En una decisión sin sorpresas, pero cargada de subtexto, el Banco Central de Chile mantuvo en 5% la Tasa de Política Monetaria (TPM), reafirmando su compromiso con una política cautelosa frente a un entorno internacional crecientemente volátil. Lo que sí sorprendió —y no pasó inadvertido en los círculos financieros— fue el reconocimiento de un crecimiento económico más robusto de lo anticipado, así como una inflación que cede con mayor velocidad, sobre todo en sus componentes subyacentes.
El tono del comunicado de junio cambia de matiz: donde antes dominaba la vigilancia sobre riesgos inflacionarios internos, ahora se asoma una nueva fuente de incertidumbre —el conflicto bélico en Medio Oriente— cuya trayectoria aún es incierta, pero ya ha comenzado a reflejarse en el precio del petróleo. El Banco, fiel a su estilo, evita alarmismos, pero deja claro que los próximos trimestres no serán de piloto automático.
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La inflación total se ubicó en 4,4% anual en mayo, y la subyacente bajó a 3,6%. Ambos registros sorprendieron positivamente, y las expectativas a dos años se mantienen firmes en 3%. La actividad, especialmente en sectores ligados a las exportaciones, ha sido más dinámica, compensando cierta debilidad en la inversión. No obstante, el empleo sigue sin repuntar, y el aumento en la tasa de desocupación pone sobre la mesa una recuperación con matices.
El mensaje implícito es claro: el Consejo reconoce avances importantes, pero no canta victoria. La trayectoria de la TPM dependerá de cómo se resuelvan las tensiones externas y de si la inflación consolida su descenso de forma sostenida. De hecho, el Banco sugiere que, si se cumplen los supuestos del IPoM de junio, se dará espacio a una normalización de la tasa hacia su rango neutral.
Los veteranos de la sala de redacción sabemos leer entre líneas: cuando un banco central enfatiza su “flexibilidad” y alude a “nuevas fuentes de incertidumbre”, no está hablando al mercado de hoy, sino al de dentro de tres meses. Y en ese horizonte, el petróleo caro, la fragmentación geopolítica y el enfriamiento de Estados Unidos podrían exigir decisiones más finas de las que una tasa en 5% permite entrever.