Pierre-Olivier Gourinchas, consejero económico y director del Departamento de Estudios del Fondo Monetario Internacional (FMI), informó que desde esta organización financiera calculan que la inflación mundial se desacelerará al 5,9% en 2024, frente al 6,7% del año pasado.
En un artículo publicado el 16 de julio en el portal web del FMI, Gourinchas también argumenta que en algunas economías avanzadas, especialmente la de Estados Unidos, el progreso en materia de desinflación «se ha desacelerado» y los riesgos apuntan al alza.
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«En nuestra última actualización del WEO, observamos que los riesgos siguen estando ampliamente equilibrados, pero dos riesgos bajistas en el corto plazo se han vuelto más prominentes».
Los nuevos desafíos de la desinflación en las economías avanzadas podrían obligar a los bancos centrales, incluida la Reserva Federal (Fed), a mantener los costos de endeudamiento elevados durante más tiempo, lo que pondría en riesgo el crecimiento general, con una mayor presión alcista sobre el dólar y efectos indirectos perjudiciales para las economías emergentes y en desarrollo.
«Cada vez hay más evidencia empírica, incluida alguna de la nuestra, que apunta a la importancia de los shocks inflacionarios globales «generales» —principalmente los precios de la energía y los alimentos— como impulsores del aumento de la inflación y su posterior caída en una amplia gama de países».
La buena noticia, según el FMI, es que a medida que se fueron aliviando los shocks generales, la inflación se redujo sin que se produjera una recesión.
Por el contario, la mala noticia es que la inflación de los precios de la energía y los alimentos casi ha vuelto a los niveles previos a la pandemia en muchos países, pero no en la inflación general.
«Una de las razones, como ya he subrayado , es que los precios de los bienes siguen siendo altos en relación con los de los servicios, un legado de la pandemia que inicialmente impulsó la demanda de bienes y al mismo tiempo restringió su oferta. Esto hace que los servicios sean comparativamente más baratos, lo que aumenta su demanda relativa y, por extensión, la de la mano de obra necesaria para producirlos. Esto está ejerciendo una presión al alza sobre los precios de los servicios y los salarios».
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