La política energética global enfrenta un nuevo punto de tensión dentro del Grupo de los Siete (G7), donde la mayoría de los países europeos buscan reducir el límite de precio impuesto al petróleo ruso, mientras que Estados Unidos se opone a la medida.
Desde finales de 2022, el G7 estableció un tope de 60 dólares por barril para el crudo ruso, permitiendo su comercialización con servicios financieros occidentales siempre que no superara ese umbral. Sin embargo, la caída de los precios internacionales ha hecho que el límite pierda relevancia, lo que ha llevado a la Unión Europea y el Reino Unido a presionar por una reducción a 45 dólares.
Europa busca avanzar sin EE.UU.
Fuentes cercanas a las negociaciones afirman que los países europeos están dispuestos a actuar por su cuenta si Washington mantiene su postura. Canadá y Japón aún no han definido su posición, aunque hay señales de apoyo a la iniciativa europea.
El secretario del Tesoro de EE.UU., Scott Bessent, expresó dudas sobre la necesidad de modificar el tope durante la reciente reunión de ministros de Finanzas del G7 en Canadá. No obstante, algunos senadores estadounidenses, como Lindsey Graham, han manifestado su respaldo a la reducción del límite y han impulsado sanciones más severas contra Rusia.
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Consecuencias económicas y geopolíticas
La decisión del G7 podría afectar el mercado energético global y la estrategia de Rusia para sortear las sanciones. Moscú ha explorado alternativas para vender su crudo fuera del sistema occidental, mientras que los países europeos buscan limitar sus ingresos petroleros para debilitar su capacidad de financiamiento en el conflicto con Ucrania.
La reunión del G7, programada del 15 al 17 de junio en Canadá, será clave para definir el futuro de esta política. Europa insiste en la necesidad de una postura unificada, pero la resistencia de EE.UU. podría generar una fractura dentro del grupo.