Nacer enmantillado

Noel ÁlvarezNoel Álvarez.- Siempre me ha intrigado el origen de los proverbios y refranes, hay un proverbio que particularmente despierta mi atención. Cuando una persona es exitosa, le atribuyen haber nacido enmantillado. Hoy les contaré por qué he decidido profundizar un poco más sobre este tema.

El enmantillado en el parto se refiere a la situación en la cual el bebé sale del útero materno envuelto en la membrana amniótica, una bolsa llena de líquido amniótico que protege al feto durante el desarrollo en el útero. Normalmente, esta membrana se rompe antes o durante el trabajo de parto, liberando el líquido en lo que se conoce comúnmente como rotura de fuente. En casos excepcionales, el bebé puede nacer con la membrana amniótica intacta, creando una apariencia envuelta similar a una manta y de allí el nombre que recibe.

El saco amniótico es parte de nuestra supervivencia intrauterina. Parte de ese vehículo altamente diseñado que le permite al espíritu humano manifestarse en cuerpo en la tierra. El saco tiene dos capas: el amnios, la interna, y el corión, la externa. Sin saco, como sin cordón umbilical o sin placenta, no habría gestación posible. El amnios contiene adentro el líquido amniótico y al bebé, la capa externa, el corión se conecta a la placenta. Nacer enmantillado es nacer sin que el amnios se haya roto.

El misterio de nacer enmantillado y su leyenda… antiguamente, los abogados compraban a un alto precio estas membranas, porque se decía que con ellas el éxito estaba asegurado. Por lo singular, estos partos han sido celebrados como una señal de buen auspicio para el bebé, otrora se creía que ellos serían visionarios y hasta jueces morales de la población en la que crecían. Y siempre contarían con una suerte extraordinaria.

En algunos pueblos europeos se sostiene la creencia de que, a un niño nacido con su amnios intacto, se le transfiere la habilidad intrauterina de vivir en el agua a su existencia en la tierra, por ello consideran que lo protege de morir ahogado. La novela de Amy McKay La casa de partos, ambientada antes de la primera guerra mundial en Nueva Escocia, recuenta como los marineros de la región otorgaban gran valor a la mantilla secada, la conservaban como amuleto en sus viajes, con la creencia que el hacerlo los protegía de morir ahogados. En esa novela, la protagonista prohíbe a su mal esposo llevarse el amuleto y el mismo muere ahogado esa misma noche.

En el sudeste asiático es común pensar que un bebé nacido enmantillado tendrá facilidad de percibir las cosas ocultas al ojo común. En Sudáfrica se cree también que a estos niños se les concede una segunda visión, que les permite ver a los espíritus de sus antepasados y reconocerlos, pero, además, y más importante, la mantilla les faculta a ver más allá de las personas, ver sus intenciones o su segunda cara, por lo que, son jueces natos de carácter.

En Islandia se creía que parte del alma del bebé, cuando mucho y cuando poco el espíritu del ángel de la guarda del bebé vive en el amnios, por lo que este nunca debe ser quemado. Incluso, el saco que se hubiera roto en el nacimiento se enterraba debajo de la entrada al cuarto de la madre para que cuando caminara por encima se le impregnaran por los pies la protección y energía sacra.

Hay una especie de adivinación, la Amniomancia que se hacía por medio de la membrana amniótica con que algunas veces se hallaba envuelta la cabeza del niño al nacer, las matronas predecían la futura suerte del recién nacido con la inspección de esta, se anuncia feliz destino si es de color plomo.

Según estudios y reportes médicos, se estima que el nacimiento de un bebé enmantillado ocurre aproximadamente en 1 de cada 80,000 a 100,000 partos. Dado lo excepcional de estos casos, los bebés nacidos bajo esta condición, a menudo generan asombro y fascinación tanto en el ámbito médico como en la comunidad en general.

Para finalizar, les comento que, hace 15 días, asistí al evento aniversario de un grupo médico caraqueño, en su informe de gestión, cada uno de los directores destacó los hechos más relevantes del último año. Cuando tocó el turno a un joven médico, gineco-obstetra, este presentó un video, resguardando la identidad de la paciente, por supuesto, con el alumbramiento de un bebé enmantillado. Asumiendo que las estadísticas sean ciertas, se imaginan ustedes la suerte de la clínica y del médico tratante en haber sido parte de este extraordinario hecho. Para mí representó una experiencia inenarrable, me quedé mudo de la emoción, contemplando la materialización del misterio de la vida, nunca había visto un parto con tanta crudeza porque mis dos hijos nacieron por cesárea ¡Qué grande es Dios, nuestro señor!

 

@alvareznv

 



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