La revolución de la Inteligencia Artificial (IA) no hará más que aumentar la brecha entre los países de altos ingresos y los de bajos ingresos, a menos que se tomen medidas internacionales de cooperación, advierte un nuevo informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Oficina del Enviado del Secretario General de las Naciones Unidas para la Tecnología.
El informe, titulado «Mind the AI Divide: Shaping a Global Perspective on the Future of Work«, concluye que la IA está revolucionando las industrias en todo el mundo, ofreciendo enormes oportunidades para la innovación y la productividad.
Sin embargo, también está exacerbando las desigualdades económicas y sociales debido a las tasas desiguales de inversión, adopción y uso.
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Esta emergente «brecha de la IA» significa que las naciones de altos ingresos se benefician desproporcionadamente de los avances de la IA, mientras que los países de ingresos bajos y medios, especialmente en África, se quedan atrás, indica una nota publicada en el portal web de la OIT.
El lugar de trabajo es donde la Inteligencia Artificial puede conducir a aumentos de productividad y a la mejora de las condiciones laborales. No obstante, un acceso desigual a las infraestructuras, la tecnología, la educación de calidad y la formación podría conducir a una adopción desigual de la IA, lo que, a su vez, agravaría las desigualdades a nivel mundial.
Los países de renta alta están bien posicionados para aprovechar la IA para aumentar la productividad, mientras que los países en desarrollo podrían enfrentarse a cuellos de botella debido a la falta de infraestructura digital. Esta disparidad podría convertir un amortiguador temporal contra los cambios impulsados por la IA en un obstáculo a largo plazo para la prosperidad económica.
Las asociaciones mundiales y las estrategias proactivas para apoyar a los países en desarrollo, incluido el acceso a la infraestructura digital, la mejora de las cualificaciones y el diálogo social, son requisitos previos necesarios para cerrar la brecha tecnológica y garantizar que la revolución de la IA no deje atrás a partes significativas de la población mundial.
Cada año se gastan en el mundo más de 300 mil millones de dólares en tecnología para mejorar la capacidad de cálculo, pero estas inversiones se centran principalmente en los países con mayores ingresos, lo que crea una disparidad en el acceso a la infraestructura y el desarrollo de habilidades que pone en grave desventaja a los países en desarrollo y a sus nuevas empresas nacionales.
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