Apuntes de una Cuarentena: Pasos de bebé

Luis Gerardo GarcíaLuis Gerardo García.- Muchos de mis lectores saben que tengo dos hijas en educación primaria. Es cierto lo que dicen de los hijos: que crecen muy rápido.

Mi hija menor tiene siete años. Parece que fue ayer cuando caminaba dando tumbos y le cambiaba los pañales (por cierto, nada dice “te amo” como limpiarle la caquita a tu hijo). Ahora corre y se encarama con esa agilidad que sobra a su edad y que se extraña a la nuestra. Con un dejo de nostalgia, estoy seguro de que, luego de los tumbos que dieron en su infancia, mis hijas caminarán seguras hacia ese futuro que hoy luce muy promisorio.

Para aprender a caminar, mi hija empezó haciendo el intento de levantarse; era más el tiempo que pasaba en el suelo que el que pasaba levantada. Con timidez, ella empezó a afincar los pies y a imitar a los adultos. Tras muchos moretones y magulladuras, vino la confianza, y con la confianza vino el caminar más rápido, y luego correr. Ya a estas alturas, ni se acordará de lo que le costó aprender a caminar, y el acto de caminar y correr le sale natural y no piensa en ello. Ya ella trascendió hace bastantes años esa etapa inicial, y cuenta con herramientas para ser más independiente y tener mayor libertad. Pero nada de esto hubiera ocurrido si ella no da lo que llaman “pasos de bebé” (en inglés, baby steps), esos intentos iniciales algo tímidos que son la génesis del caminar.

Hace ya un mes que el presidente Nicolás Maduro anunció la emisión de acciones de las Empresas del Estado a ser colocadas entre el público en general y negociadas en las bolsas de valores. Este anuncio reversa una política vigente desde 2007 donde el Estado, en algunos casos mediante ofertas públicas de adquisición (CANTV, La Electricidad de Caracas, entre otras), se hizo del control de varias empresas, reduciendo significativamente su presencia en el mercado de valores – si no es que simplemente se deslistó de las mismas.

Para nadie es un secreto que localmente se ha malignizado al mercado, caricaturizándole como el culpable de todos los males económicos. Esta caracterización es más cercana a la definición de usura y tiene menos que ver con el concepto de un sitio (que solía ser físico) donde compradores y vendedores se juntan y donde hay una formación activa de precios. En esta última acepción, el mercado es un aliado de los accionistas (el Gobierno, en este caso) porque tiene una función secundaria contralora y refleja una valoración dinámica de una empresa que, llevado a un extremo, sirve como indicador de gestión de la gerencia (si esta gerencia crea valor, esta creación se refleja en una capitalización de mercado mayor).

También cabe la pregunta de si las Empresas del Estado están listas para reflotar en Bolsa. Mucho se ha escrito sobre la necesidad de que estos procesos de flotación de acciones sean precedidos de reformas internas orientadas a la adopción de principios de gobierno corporativo que regulen un flujo de información al mercado (con el cual se puedan formar juicios de valor) y que protejan los intereses de los accionistas minoritarios. En nuestra opinión, si bien el horizonte debe ser hacia compañías que actúen con independencia de sus accionistas mayoritarios, el hecho de volver al mercado requiere una aceptación (tanto explícita como tácita) a ser supervisado por la Superintendencia Nacional de Valores y a cumplir con la normativa. Esto significa entregar información periódica al inversionista y adoptar los principios de gobierno corporativo que desde el mismo Gobierno han venido impulsando.

Luego de la ola estatizadora que vivimos de 2006 a 2012, es natural que se tenga cierta reticencia a estas aperturas. Además, se pelea contra la concepción de que la corrupción y el mal manejo de las empresas del Estado hacen inviable cualquier esquema de flotación en mercado. Pero, al igual que mi hija menor, estos pasos de bebé que da el Estado deben ser bienvenidos. Y al igual que como un padre paciente, los inversionistas deben esperar que estos intentos iniciales sirvan para que el Estado tome confianza en el mercado, y para que en menos tiempo de lo que pensamos le sea una forma natural de financiamiento y fomento a la inversión y el ahorro interno.

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