El Banco Central Europeo (BCE) está más cerca que nunca de lograr su anhelado objetivo de inflación del 2%, tras una serie de decisiones monetarias que marcaron un giro radical respecto al endurecimiento observado entre 2022 y 2023. Así lo afirmó este viernes el vicepresidente del organismo, Luis de Guindos, en declaraciones que consolidan la expectativa de una pausa en la hoja de ruta de política monetaria.
“Tenemos confianza en que vamos a cumplir con el objetivo de inflación, y por eso hemos bajado los tipos de interés”, señaló De Guindos en entrevista con Antena 3.
Sus palabras llegan tras ocho recortes consecutivos, que han llevado a la tasa de referencia a niveles no vistos desde inicios de la pandemia.
La inflación anual en la eurozona cerró el mes pasado en 1,9%, marcando el retorno al rango objetivo por primera vez desde mediados de 2021. Este descenso se ha logrado en un entorno macroeconómico aún tenso, con crecimiento anémico, tensiones geopolíticas latentes y un euro que se ha debilitado frente al dólar debido a la divergencia con la política de la Reserva Federal de EE.UU., que mantiene una postura más agresiva.
¿Cambio de ciclo?
El BCE enfrenta ahora el dilema clásico de todo banco central: calibrar el momento preciso para detener los estímulos sin reavivar la inflación. Aunque el nivel actual de precios parece estabilizado, persisten riesgos en el horizonte: desde la volatilidad del petróleo hasta las tensiones arancelarias con Washington, pasando por las presiones salariales en Alemania y Francia.
Para muchos analistas, las declaraciones de De Guindos no solo confirman la efectividad de la política monetaria expansiva reciente, sino que también abren la puerta a una etapa de consolidación y prudencia. “Es probable que el BCE mantenga las tasas estables en su próxima reunión de julio, salvo un shock externo inesperado”, comentó una fuente cercana al Consejo de Gobierno del organismo.
Perspectiva de largo plazo
De cara a 2026, el BCE proyecta una inflación en torno al 1,8%, lo que refuerza la idea de un “aterrizaje suave” que muchos consideraban improbable hace apenas un año. Sin embargo, el crecimiento económico sigue siendo la gran incógnita: la eurozona apenas avanza, lastrada por el débil consumo interno y la contracción industrial en economías clave como Alemania e Italia.
Con información de Reuters