Un cuarto de siglo después de la crisis que obligó a Rusia a declararse en suspensión de pagos y devaluar drásticamente su moneda, el rublo vuelve a pasar por malos momentos, esta vez debido a las sanciones occidentales por la guerra en Ucrania.
La divisa rusa, que el viernes se cotizará a 93,7 por cada dólar después de que el Banco Central de Rusia (BCR) subiera esta semana 350 puntos básicos los tipos de interés, rebasó el lunes los 101 rublos, provocando sudores fríos en el Kremlin.
Pero las turbulencias con la moneda se acumulan en el último cuarto de siglo.
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Suspensiones de pagos y remontadas
El 17 agosto de 1998 el Gobierno y el BCR anunciaron la suspensión de pagos por 90 días a no residentes y cancelaron las operaciones con las obligaciones estatales a corto plazo (GKO, por sus siglas en ruso) que vencían antes del 31 de diciembre de 1999.
La venta de las GKO, con una rentabilidad de cerca del 50%, era por entonces una de las principales fuentes de ingresos del Estado, pese a que muchos economistas advertían de que estos instrumentos se habían convertido en una pirámide financiera insostenible.
Como consecuencia de la suspensión de pagos, el rublo llegó a perder casi dos tercios de su valor y los rusos vieron cautivas sus cuentas en divisas.
La recuperación fue lenta y dolorosa, pero Rusia consiguió remontar gracias a la gran subida en los años siguientes de los precios del petróleo, su principal producto de exportación.
La bonanza petrolera permitió al país afrontar la crisis financiera mundial de 2008 sin grandes pérdidas e insufló optimismo en los actores económicos. Ni siquiera las «guerras del gas» con Ucrania enturbiaron la economía rusa.
El rublo, víctima de la anexión de Crimea
En marzo de 2014, tras el derrocamiento en una revuelta popular del entonces presidente de Ucrania, Víktor Yanukóvich, afín a Moscú, Rusia se anexionó la península ucraniana de Crimea.
La Unión Europea, Estados Unidos y otros países reaccionaron imponiendo duras sanciones a Rusia, a las que Moscú respondió con contramedidas, como la prohibición de la importación de productos agrícolas de los países europeos.
La cosa no quedó ahí. El conocido como «Martes Negro», el 16 de diciembre de 2014, la divisa, golpeada por las sanciones y la caída de los precios del petróleo, se desplomó en unas pocas horas de 59 a 80 rublos por cada billete verde.
Para detener la sangría, el BCR subió las tasas de interés del 10,5% al 17% después de gastar en un solo día casi 2.000 millones de dólares en fortalecer la moneda.
Pérdida de casi un 30% de su valor
Sin embargo, el verdadero castigo económico occidental comenzó a actuar sobre Rusia después de que el 24 de febrero de 2022 el Ejército ruso, por orden del presidente Vladímir Putin, irrumpiera en Ucrania para «desmilitarizar» y «desnazificar» el vecino país.
En el Kremlin sostienen que las sanciones, que afectan a sectores clave como el metalúrgico, petrolero o gasístico, no tienen un gran impacto en la economía del país.
Al igual que en 1998, las autoridades rusas inmediatamente impusieron un férreo control sobre la circulación de divisas, medidas que siguen en pie y que surtieron efecto durante los primeros meses, aunque en 2023 la moneda rusa ha sufrido una depreciación considerable.
En los primeros siete meses del año el rublo ha perdido casi un 30% de su valor, fundamentalmente por la caída de las exportaciones, el tope occidental a los precios del crudo y las sanciones occidentales.
Las alarmas saltaron este lunes cuando la moneda rusa rebasó la barrera psicológica de las 100 unidades por dólar, lo que llevó al Banco Central a elevar al día siguiente las tasas hasta el 12%.
Algunos expertos advierten de que sin decisiones más drásticas, como la venta obligatoria por los exportadores de la totalidad las divisas que ingresan, las moneda rusa podría caer en las próximas semanas hasta los 110 rublos por dólar.
EFE