La banca mexicana enfrenta una de sus pruebas más delicadas en años. Una acusación del Departamento del Tesoro de Estados Unidos contra tres instituciones financieras —CIBanco, Intercam Banco y Vector Casa de Bolsa— por presuntos vínculos con redes de lavado de dinero ha desatado una tormenta reputacional que amenaza con erosionar la confianza del público y generar efectos colaterales en el sistema financiero nacional.
Aunque las entidades señaladas no son consideradas sistémicas —sus activos combinados representan menos del 3% del total bancario del país—, el golpe a su imagen ha sido inmediato. La narrativa en redes sociales se ha tornado adversa, alimentando la percepción de opacidad y falta de controles en la banca mediana mexicana.
Expertos en reputación corporativa advierten que el daño podría ser duradero.
“Una acusación de esta magnitud es como una grieta en un florero: aunque se repare, la fisura permanece”, señaló Aline Valdez, especialista en gestión reputacional. La pérdida de confianza, agregó, puede traducirse en retiros masivos de clientes, pérdida de nuevos negocios y, en última instancia, inviabilidad operativa.
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Las instituciones implicadas han negado categóricamente los señalamientos. Sin embargo, analistas coinciden en que la defensa no puede limitarse a comunicados: se requiere una estrategia integral de transparencia, auditorías externas y colaboración activa con las autoridades mexicanas y estadounidenses.
El contexto no podría ser más sensible. La banca mexicana, que representa cerca del 50% del PIB nacional en activos, ha sido un pilar de estabilidad macroeconómica en medio de la inflación, la volatilidad cambiaria y la incertidumbre global. Un escándalo de esta naturaleza, aunque focalizado, amenaza con contaminar la percepción del sistema en su conjunto.
Para algunos observadores, el episodio también revela una tensión geopolítica latente. La exigencia del gobierno mexicano de pruebas sólidas antes de tomar medidas refleja una postura de defensa institucional, pero también una necesidad urgente de preservar la credibilidad del sistema financiero ante los ojos del mundo.
En un entorno donde el valor intangible —marca, confianza, reputación— representa hasta el 80% del valor de mercado de una empresa, la lección es clara: en la banca, la confianza no es un activo más. Es el activo.