Óscar Doval.- De la adversidad nacen oportunidades de generar cambios significativos. Dada la grave crisis económica que atraviesa nuestro país, estamos en un momento propicio para revisar no solo nuestra responsabilidad como ciudadanos para que tengamos que vivir esta calamidad sino también qué podemos hacer para mejorarla.
Venezuela, es inmensamente rica en recursos, talento humano y cultura. El 60% de nuestro suelo es cultivable; 550 mil kilómetros cuadrados de tierra son aptos para la agricultura y cría. Nuestras reservas minerales, valoradas en más de 30 billones de dólares, incluyen petróleo, gas, hierro, bauxita, oro, coltán, diamantes y otros muchos minerales. Además, contamos con 1.320 km3 de agua dulce, las decimoprimeras reservas del mundo, que bien pueden ser usadas como riesgo para los cultivos, fuente de energía y vías alternas de vialidad, entre otros.
Sabiendo que tenemos los recursos y una crisis económicas entre manos, nos hacemos una pregunta crucial: ¿qué podemos hacer como sociedad para contribuir al crecimiento económico de nuestro país?
En ocasiones, puede parecer que nuestras acciones individuales son insignificantes en el marco de los problemas económicos que enfrentamos y que parecen solo menester del gobierno. Sin embargo, cada ciudadano tiene un papel valioso en la construcción de una Venezuela de abundancia que nos beneficie a todos. Aportar nuestro granito de arena implica asumir la responsabilidad personal de ser agentes del cambio y actuar en beneficio de todo el colectivo de ciudadanos que conforman la nación.
Para contribuir de manera significativa, resulta fundamental desarrollar empatía y solidaridad, en el entendido que los problemas de unos pocos o muchos son a la larga los problemas de todos. Comprender las dificultades que enfrentan nuestros compatriotas y estar dispuestos a tender una mano solidaria a quienes más lo necesitan, fomentando un ambiente de apoyo mutuo, es sembrar prosperidad a futuro.
En tiempos de dificultades económicas, la desigualdad social suele acentuarse, y es importante ser conscientes de las brechas sociales que existen en nuestra sociedad. A pesar de ver algunas mejoras económicas en los últimos dos años, todavía existe una significativa desigualdad en la distribución de los recursos en el país, con un 5% de la población concentrando los mayores ingresos y un 35% que subsiste a duras penas.
Desde el sector privado, a través de programas y acciones dirigidas a ayudar a los más necesitados, orientados a la satisfacción de las necesidades más básicas como la alimentación, la salud, la educación y la vivienda, podemos contribuir a un mayor equilibrio y justicia social. Din duda, debemos comenzar por revisar el salario de nuestros empleados, y en la comprensión de que los gastos de personal no pueden llevarnos a quebrar las empresas, entender que llegó el momento de sacrificar nuestros beneficios y patrimonio para pagar salarios que permitan a la gente un buen vivir. Más allá de la comprensión humana y socialmente solidaria, lo afirmado, apunta a la generación de una estructura de mercado robusta, con mayor capacidad de consumo, lo que empuja la actividad industrial y comercial en cualquier sociedad, y permite el crecimiento y sostenibilidad de nuestras empresas.
La educación juega un papel crucial en cualquier sociedad, en la medida que actúa como un vehículo de ascenso social y genera un mejor criterio en la ciudadanía a la hora de propiciar la institucionalidad como en el país. Es esencial que todos los venezolanos tengan acceso a una educación de calidad y que fomentemos una cultura de mejora profesional continua. Desde nuestro hacer empresarial, deberíamos patrocinar programas educativos para nuestros trabajadores y sus familias. No estamos hablando de becas, sino del hecho de asegurarnos de que los que dependen directamente de nosotros dispongan de una educación más primada que les permita desarrollarse como individuos. A veces, simplemente se trata de inversiones pequeñas para realizar programas de formación en nuestras empresas y colaborar con los salarios de los maestros y profesores en los institutos educativos de la comunidad donde hacemos vida empresarial.
Aunque es preocupante que alrededor del 30% de la población entre los 3 y 24 años no esté incorporada al sistema educativo formal, es alentador saber que nuestro país tiene una de las tasas de alfabetización más altas de América Latina, llegando al 95,5% en 2023. Estos logros demuestran que los esfuerzos previos para reducir el analfabetismo han sido efectivos. No obstante, no basta con la alfabetización, hay que empujar a nuestros trabajadores a que aspire y curse estudios de cuarto nivel.
Nuestras emociones y sentimientos también desempeñan un papel crucial en este camino hacia el crecimiento económico. Debemos aprender y enseñar a los otros a gestionar las emociones de manera constructiva, evitando que el miedo o la desesperanza nos paralicen. Las emociones constructivas pueden convertirse en combustible para la determinación y resiliencia. Aprendiendo a manejar nuestras propias emociones, podemos erigirnos como un factor multiplicador para que las personas que de alguna manera dependen o se relacionen con nosotros también desarrollen una emocionalidad orientada al desarrollo personal y del país. Resulta vital el optimismo, la esperanza en el largo plazo y una emocionalidad constructiva para lograr hacer de Venezuela un país próspero, signado por la abundancia.
Dentro del marco del manejo emocional, debemos incluir el inculcar un inmenso amor por nuestra patria y la responsabilidad que todos en conjunto tenemos que construir un mejor país para nuestros hijos y nietos.
Según un estudio realizado por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y el Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), aproximadamente 3 millones de venezolanos se dedican al emprendimiento. Esto destaca aún más el potencial del talento y la creatividad presentes en nuestra nación. Ante todo, debemos identificar a los emprendedores dentro de nuestras empresas y alentar su creatividad para hacer aportes que mejoren la productividad de la organización, y sean junto a nosotros, beneficiarios aporte que hagan a la empresa. Asimismo, podemos alentar la creación y desarrollo de pequeñas y medianas empresas, lo que resulta fundamental para fortalecer la economía, generar empleo, fomentar la innovación, lograr una mayor diversificación económica, y en consecuencia, propiciar el crecimiento del mercado.
Es importante recordar que cada esfuerzo cuenta, por pequeño que parezca. La contribución al crecimiento económico no está reservada solo para los expertos en finanzas o los líderes gubernamentales. Cada ciudadano puede marcar una diferencia en su comunidad, ya sea a través de acciones voluntarias, la promoción del consumo de productos locales o la participación en iniciativas ciudadanas.
En ningún momento hemos mencionado al Estado venezolano, sino a cada uno de nosotros como empresarios y ciudadanos de a pie, quienes podemos aportar de formas sencillas y aterrizadas, un granito de arena para el crecimiento económico de Venezuela. No subestimemos el poder de nuestras acciones individuales y colectivas, pues en ellas radica el potencial para construir una patria económicamente fuerte.