En un mundo donde más de 3.700 millones de personas sobreviven con menos de 8,30 dólares al día, un grupo de apenas 3.000 multimillonarios ha amasado una fortuna conjunta de 6,5 billones de dólares en los últimos diez años. Así lo revela un nuevo informe de Oxfam, que pone en cifras el abismo creciente entre riqueza extrema y pobreza estructural.
El estudio, basado en datos del Banco Mundial y actualizado hasta 2025, estima que el 1% más rico del planeta ha incrementado su patrimonio en 33,9 billones de dólares desde 2015. Para dimensionar: esa cifra bastaría para erradicar la pobreza mundial no una, sino 22 veces.
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Concentración sin precedentes
El informe subraya que esta acumulación de riqueza equivale al 14,6% del PIB mundial, una proporción que no se veía desde los años previos a la Gran Depresión. Mientras tanto, los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU —educación, salud, acceso al agua, igualdad de género— siguen lejos de cumplirse por falta de financiamiento.
“Estamos ante una economía global que premia la acumulación y penaliza la redistribución”, señala el documento. La brecha no solo es moralmente insostenible, sino que representa un riesgo sistémico para la estabilidad social y política.
¿Redistribuir o reformar?
Oxfam propone medidas concretas: impuestos progresivos a la riqueza, cierre de paraísos fiscales y mayor inversión pública en servicios esenciales. Según sus cálculos, se necesitarían 4 billones de dólares anuales para cumplir con todos los ODS, una cifra que palidece frente al crecimiento del patrimonio de los ultrarricos.
La discusión no es nueva, pero el contexto sí lo es: crisis climática, tensiones geopolíticas y una ciudadanía cada vez más consciente del desequilibrio. En este escenario, la riqueza extrema ya no es solo un dato económico, sino un factor político de primer orden.