23 de enero de 1958 y derecho a la democracia
Fernando M. Fernández.- El 23 de enero se cumplieron 60 años de la instauración de la democracia en Venezuela. Es una fecha memorable que debe llevarnos a la reflexión. Hubo una transición de la cual se obtuvieron muchos logros, pero que se deterioró y no pudo sustentarse. Desde 1999 en adelante hemos padecido un regreso al autoritarismo dictatorial militarista e iniciado un proceso de totalitarismo comunista. Los derechos humanos de todos los venezolanos están en crisis profunda por eso: es la “emergencia política compleja” (Ver: http://www.dicc.hegoa.ehu.es/listar/mostrar/85).
El problema que tuvo la democracia venezolana es que parte de la dirigencia no supo madurar ni profundizar el proceso de democratización ni generar mecanismos de defensa frente a las ideas radicales de izquierda y de derecha. Tampoco gran parte de la sociedad maduró: se limitó a vivir del rentismo petrolero, en una “ilusión de armonía” (IESA, 1984). Lo cual fue aprovechado por oportunistas y violentos que vieron al Estado como un botín. Una vez establecidos en el poder se generó una cleptocracia que arruinó el patrimonio público y a gran parte del empresariado tradicional. El grueso de la población cayó en la desesperanza inducida y la menesterosidad, con solo 3 opciones de supervivencia: (i) se suman al gobierno en cualquiera de sus nóminas corruptas y extorsivas; (ii) emigran desesperadamente; o (iii) mueren de hambre o por cualquier enfermedad. La corrupción generada por los cleptócratas viola todos los derechos humanos de todos.
El principio de universalidad e igualdad de los derechos humanos es claro: incluye todos los derechos humanos de todos los seres humanos en plano de igualdad y con la misma importancia. Mal se puede defender un grupo de derechos y no otros de ellos. Mal se puede admitir que hay derechos humanos más importantes que otros. Ese argumento es falaz y abominable. La democracia es un derecho humano.
La Carta Democrática Interamericana (Disponible en: http://www.oas.org/charter/docs_es/resolucion1_es.htm) establece que: “Artículo 1 Los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla. La democracia es esencial para el desarrollo social, político y económico de los pueblos de las Américas. Artículo 7 La democracia es indispensable para el ejercicio efectivo de las libertades fundamentales y los derechos humanos, en su carácter universal, indivisible e interdependiente, consagrados en las respectivas constituciones de los Estados y en los instrumentos interamericanos e internacionales de derechos humanos.” (Subrayado mío).
La democracia, en sentido concreto, es también un requisito del derecho a la paz y convivencia humana, tanto en un país determinado como en una región. Los países tradicionalmente en conflicto son aquellos que niegan el derecho a la democracia y sus otros derechos inmediatos a sus ciudadanos. Así, la democracia es un derecho y un requisito para que los otros derechos puedan realizarse, como la paz, por ejemplo. La amenaza al derecho a la democracia pone en peligro hasta el derecho a la vida si se disparase un conflicto que altere la paz.
Mientras duró la Guerra Fría (1945-1991) el argumento central de los comunistas en contra del derecho a la democracia era la supuesta prioridad de los derechos económicos, sociales y culturales versus los derechos civiles y políticos. Ello creó una demonización de todo lo democrático, lo individual, la ciudadanía y cualquier argumento en favor de la democracia, entre otras cosas, la tolerancia frente a las minorías, a lo distinto. El sistema internacional de los derechos humanos quedó restringido a una parte del planeta por causa de este prejuicio. Varios de los países más grandes y poblados (como la URSS y China) quedaron privados del derecho a la democracia durante décadas. China se mantiene en su misma actitud con una férrea dictadura que niega el derecho a la vida (pena de muerte) y los derechos civiles y políticos más básicos (presunción de inocencia y juicios justos, por ejemplo), bajo el argumento falaz de impedir la occidentalización y preservar su cultura.
La demonización de la democracia como derecho humano dejó una huella prejuiciada en contra de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, durante el tiempo que duró la Guerra Fría. Con la desaparición de la Unión Soviética en 1991 se aminoró el ataque satanizante a los derechos civiles y políticos y, en concreto, al derecho humano a la democracia y sus derechos inherentes, por lo que fue posible que se retomara el sendero de la universalidad de los derechos humanos, lo cual consta en la Declaración y Programa de Acción de Viena, Aprobados por la Conferencia Mundial de Derechos Humanos el 25 de junio de 1993 (Ver: http://www.ohchr.org/Documents/Events/OHCHR20/VDPA_booklet_Spanish.pdf ). Esta cita es contundente: “5. Todos los derechos humanos son universales, indivisibles e interdependientes y están relacionados entre sí. La comunidad internacional debe tratar los derechos humanos en forma global y de manera justa y equitativa, en pie de igualdad y dándoles a todos el mismo peso.” (Subrayado mío)
De otra parte, las diferencias culturales, históricas, ideológicas, religiosas y de otro tipo no pueden ser los argumentos para seguir oponiéndose al principio de universalidad, igualdad e interdependencia de los derechos humanos. Si así fuere, habría que cesar la lucha por el derecho a la igualdad de la mujer en los países musulmanes o por abolir la pena de muerte, la tortura, la lapidación y la mutilación genital, entre otros temas defendidos por quienes quieren mantener políticas injustas.
El Pacto de Derechos Civiles y Políticos establece que: “Artículo 25 Todos los ciudadanos gozarán, sin ninguna de la distinciones mencionadas en el artículo 2, y sin restricciones indebidas, de los siguientes derechos y oportunidades: a) Participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes libremente elegidos; b) Votar y ser elegidos en elecciones periódicas, auténticas, realizadas por sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de los electores; c) Tener acceso, en condiciones generales de igualdad, a las funciones públicas de su país”.
En fin, la democracia y sus otros derechos inherentes son universales, de todos, y su disfrute debe ser en plano de igualdad a todos los demás derechos humanos. Que los 60 años del 23 de enero sirvan para iniciar el retorno al sendero democrático sin ambages y se tomen las medidas que impidan un nuevo retroceso al autoritarismo totalitario.
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Abogado experto en Derecho Penal Económico/Criminal Compliance, con amplia experiencia como asesor de empresas en prevención de delitos económicos, anti-blanqueo de activos, anti-corrupción y anti-financiamiento del terrorismo.