Apuntes de una Cuarentena: La camisa de fuerza

Luis Gerardo GarcíaLuis Gerardo García.-Según el Observatorio Venezolano de las Finanzas, la economía venezolana creció 16% en el segundo trimestre de 2022, comparado con el segundo trimestre de 2021. Aún considerando que la base de comparación es bastante baja (la variante Beta del COVID-19 empezó a pegar con fuerza en marzo y aún no había un programa estable de vacunación), lo que indica este crecimiento es que el empresariado venezolano está definitivamente viviendo un resurgimiento importante después de tantos años con sucesivas caídas en la producción local.

Es sintomático que este crecimiento económico parta de una base tan exigua de financiamiento. Nuestros cálculos, hecho de manera bastante rápida con data provista por Global Scope, indican que la cartera de créditos venezolana representa alrededor del 1% del Producto Interno Bruto, ya de por sí deprimido. Una visión de vaso medio lleno aplaudiría el compromiso empresarial venezolano, que con capital propio ha podido mantener las operaciones al financiar su propio capital de trabajo y el mantenimiento de sus activos de capital. Pero una visión de vaso bastante vacío diría que la media de la cartera de créditos en Latinoamérica representa 50% del PIB de un país, con lo que podemos concluir que, literalmente, en Venezuela no se presta y, por ende, la banca venezolana no tiene ningún rol activo en el crecimiento económico del país.

Esta distorsión tiene una razón de peso, y es el excesivo celo de las autoridades en mantener controlado el efecto que tendría el crecimiento de la masa monetaria. En otras palabras, en Venezuela se trata de controlar el gasto público en expansión, no con política fiscal sino con política monetaria. Entonces, tenemos una banca que inclusive se abstiene de captar recursos porque ello no representa una mayor oferta crediticia, y un empresariado que se ha volteado al mercado de valores, no como opción complementaria de financiamiento sino como única alternativa de obtener recursos para la actividad cotidiana (y que no, para más inri, para las inversiones de capital).

Esta situación compromete el crecimiento económico, y tenderá a frenarlo o inclusive a detenerlo. Si, la capacidad ociosa de la industria venezolana es bastante alta (Conindustria estima que la capacidad ociosa se ubica en 72% de la capacidad instalada), pero para poner ésta a trabajar se requerirán inversiones de adecuación y mantenimiento que necesitan recursos. El sector privado, de una manera u otra, ha mostrado que quiere crecer. Los reguladores deben dejarlos crecer.

El miércoles 27 de julio se anunció que el pote del Mega Millions había alcanzado los $1.020 millones, luego de 29 sorteos consecutivos sin un ganador.

Si hubiera un ganador para cuando este articulo salga publicado, él, o ella, podría optar a recibir esos mil millones de dólares en varios pagos anuales por los próximos treinta años. O podría escoger un pago de contado de “apenas” $602 millones.

Si calculamos la tasa de descuento que representan esos pagos, encontramos que la misma es 1,75% anual. O sea, que con una inflación en EEUU de 9% anual, no hay que ser el anti- Bobby Bonilla para escoger el pago inicial e invertirlo a una tasa superior a 1,75% por año. También se puede ser como el margariteño del chiste, que malgastó la mitad de su fortuna mientras que la otra mitad la invirtió en fiestas y tragos.



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