“El Capital en el siglo XXI” de Thomas Piketty. Opinión y crítica
Raúl Torrico.- En tiempos recientes, diversas personalidades -mayormente de la Academia- han volcado sus opiniones y juicios críticos entorno a la gran obra de casi 700 páginas titulada “El Capital en el siglo 21” escrita por el economista francés Thomas Piketty.
El objetivo central del libro es plantear la desigualdad en el ingreso y la riqueza que actualmente existe en el mundo y que él expresa como r > g, donde “r” sería la tasa de retorno promedio anual del capital y “g” sería la tasa de crecimiento de la economía; esta fórmula enriquece a los que poseen capital a mediano y largo plazo a expensas del sector laboral.
Piketty sostiene que esta desigualdad hace peligrar la democracia dado que fácilmente puede devenir en una plutocracia en vista de que los ricos podrán controlar la política. Para evitar esta consecuencia, propone de manera pacífica y democrática utilizar mecanismos impositivos.
El análisis de Piketty se focaliza en el incremento de la riqueza del 1% de la población, olvidando o dejando de lado que el restante 99% ha tenido un mejoramiento en los últimos años. Dicho de otro modo, en 1990, el 47% de la población mundial vivía con menos de US $1 al día en tanto que 20 años después tenemos que el 22% todavía se encuentra en esa lamentable condición pero también hay que destacar que unas 700 millones de personas han salido de la extrema pobreza.
La principal lección a extraer sería que la economía de mercado no es un juego de suma cero; sin embargo, Piketty dice que lo que el capitalista gana lo pierde el trabajador. Esto es una visión estática del desarrollo pues lo que realmente sucede es que tanto el rico como el pobre van creciendo (concepto de desarrollo), es decir, que la torta a repartir se hace cada vez más grande.
Como señalamos más arriba, uno de los principales argumentos de Piketty contra la desigualdad es que esta constituye una amenaza contra la democracia y entonces podría sobrevenir el caos o la revolución. Claramente, la desigualdad existe y es particularmente intolerable cuando dicha desigualdad es el resultado de regímenes colectivistas o mafiosos, por tanto, hay un aspecto crucial entorno a este punto: si las instituciones políticas crean privilegios favoreciendo monopolios y protecciones , entonces resultaría que la desigualdad proviene de la redistribución de los más ricos y mejor conectados.
La gente en general tiene una visión estática de la riqueza en el sentido de percibir a una persona rica como alguien que será siempre rica así como sus herederos. Igual le pasa a Piketty quién tomó la lista de billonarios Forbes comparando 1987 con el año 2010 (45 personas más acaudaladas del mundo) concluyendo que ese grupo creció a una rata del 6,8% anual lo que significó 3 veces el crecimiento anual de la economía mundial situado en 2,1%.
Ahora bien, cuando contrastamos las 10 personas con mayor fortuna en 1987 versus 2010 queda en evidencia que virtualmente ninguno mantiene su lugar 23 años después. Entonces queda claro que mientras más grande es la fortuna personal más difícil es mantenerla rentable y esto sucede porque es muy raro tener la capacidad de reinvertir a tasa altas de rentabilidad.
En el fondo lo que sucede es que así como los gobiernos son malos gerentes, los millonarios carecen de ideas y facultades para gerenciar sus fortunas y al no reinventarse verán sus activos disminuidos.
Asimismo, la clasificación Bloomberg nos da una pauta en la sociología de los individuos más ricos: ¡ellos son emprendedores! De los 200 individuos más adinerados en el mundo, 140 son emprendedores así como de las 50 fortunas más grandes del planeta, 40 de ellas corresponden a personas que emprendieron nuevos negocios.
Piketty pretende ser el héroe de la redistribución de la riqueza al exponer en su libro una seria crítica a la desigualdad existente en las economías modernas; dicha desigualdad estaría amenazando las sociedades democráticas y los valores de justicia social en que ellas se basan. Para remediar esa desigualdad él propone un impuesto global a la riqueza de un 80% en ingresos superiores a US$500.000.
Michael Tanner señala que si Piketty dice que el rendimiento del capital siempre excede el rendimiento del trabajo, entonces ¿por qué no tratar de expandir el numero de personas que se benefician con el capital?
Por ejemplo, 52 millones de americanos poseen bonos y acciones como parte de sus portafolios en los conocidos planes de ahorros (401K) de las empresas en que trabajan. Otro ejemplo, en Chile a través de las cuentas de pensiones, los trabajadores poseen lo que equivale al 60 % del PIB.
Al final de cuentas Tanner dice que hay dos maneras de acabar con la desigualdad: “o bajas a los de arriba o subes a los de abajo”. El capitalismo te permite hacer lo segundo, por tanto, ¡el problema es que hay poco capitalismo y no mucho capitalismo!
El economista Juan Ramón Gallo dice que las conclusiones de Piketty son erróneas (impuesto global a la riqueza) y que lo que procede es privatizar las pensiones públicas, o sea más capitalismo. Piketty dice que estudió esa alternativa pero la desechó en vista de que los mercados globales – donde se invertirían los fondos de las pensiones – son muy volátiles e inciertos.
Para Piketty, el capital se reproduce más rápido que el trabajo (r>g) y por esa razón, el emprendedor tiende a convertirse en rentista.
Para Gallo, la contradicción fundamental de Piketty consiste en que él dice que el capital se reproduce de manera automática independientemente de los méritos del inversor en manejo del capital lo que lleva a la acumulación en pocas manos pero , por otro lado, dice que el capital se reproduce solamente en términos promedio debido a que se mueve en un mercado muy volátil e incierto, al punto que muchos de los multimillonarios de finales de años 80 para hoy ya han perdido el 80% de su fortuna.
Por su parte, Martin Feldstein resalta que el autor del libro “El Capital en el siglo21” afirma que dicho capitalismo lleva a la desigualdad de ingresos y riqueza a menos que procuremos cambios radicales en materia impositiva y también destaca que Piketty comienza bien cuando señala que la tasa de rentabilidad del capital excede a la tasa de crecimiento de la economía pero salta a la falsa conclusión que esa diferencia en las tasas nos conduce a una creciente desigualdad en la riqueza y en los ingresos a menos que el proceso sea interrumpido por una fuerte depresión, guerra o impuestos confiscatorios. El propone un impuesto del 80% para los salarios muy elevados.
Su conclusión, continúa Feldstein, sería correcta si la gente viviera para siempre pero no sucede así. La gente ahorra durante sus años de trabajo y gasta lo acumulado durante el retiro y aunque parte de esa riqueza se traslada a la próxima generación, ese efecto se disuelve con los impuestos del Estado y el número de herederos que comparten esos legados.
Otro error de Piketty aparece cuando se compara los ingresos de los que más ganan con el total del ingreso nacional dado que ese ingreso excluye seguro social, beneficios a la salud, subsidios de alimentos que constituyen un parte muy sustancial de las clases medias y bajas .Entonces contrastar el ingreso de los que más ganan con el total de ingresos del resto de la población nos mostrará solo un pequeño crecimiento de la población que más ingresos obtiene… Feldstein insiste que el problema no es que la gente gane más sino la persistencia de la pobreza y para eso necesitamos crecimiento más fuerte de la economía
Otros autores señalan que Piketty, al igual que Marx, ignoró la fuerza que tendría la evolución de la tecnología así como también el rol de las instituciones políticas y económicas porque él cree más en el poder del gobierno que en el poder del mercado, cuando se trata de transformar o mejorar la vida de las personas.
Es indudable que Thomas Piketty ha logrado un gran trabajo para el debate, sin embargo, hay que recordar que tanto su formación socialista como su condición de servidor público marcan la pauta en esta singular obra.
Síguenos QA en @finanzasdigitalEconomista de dilatada trayectoria en la banca venezolana; especializado en el «Crédit Agricole » de Francia. Secretario General Adjunto de la Alianza Francesa de Vzla en los 90. Articulista de medios impresos como Orbita-Bip con «La última batalla del Bank of America» y Plaza Unión con «Codicia y Castigo en Wall Street».