Tributos ecológicos y de buena convivencia

Camilo LondonCamilo London.- Desde el 1° de julio pasado el hermano país de Colombia aplica un tributo a las bolsas plásticas, destinado a generar un menor uso de esta peligrosa fuente de contaminación ambiental por parte de la población. Se trata de un impuesto que se recarga en el precio que los consumidores pagan por las bolsas plásticas. El mismo en su fase inicial será de 20 Pesos y se irá incrementando anualmente. Los promotores de la Ley que crea esta exacción fiscal señalan que la finalidad no es la de generar ingresos para el Estado, sino más bien, el fin ecológico que supone que la población se vea desincentivada a usar estos productos.

Según estudios de calificadas organizaciones ambientalistas, las bolsas de plástico en su fabricación consumen grandes cantidades de energía. Además, están compuestas de derivados del petróleo que podrían tardar cientos de años en degradarse, a lo que añaden también que en ese proceso sus componentes que son derivados del petróleo y metales tóxicos, afectan a los ecosistemas.

La falta de adecuadas políticas de reciclaje y en general la falta de una conciencia ciudadana enfocada en la sostenibilidad, hace que la población que las usa las deseche sin control, generando contaminación de suelos, ríos y el mar en donde su impacto es letal para muchas especies marinas que las ingieren; e incluso una fuente de contaminación para el ser humano por medio del consumo de carne y algas contaminadas por este producto.

Este nuevo tributo para Colombia, ya ha sido instrumentado en otros países que se han incorporado a una cruzada para la reducción del negativo impacto que las bolsas plásticas generan en el ambiente, donde algunas estadísticas sobre el problema señalan que el promedio per cápita es de unas 230 unidades usadas en un año. Otros países han prohibido el uso de estas y asumido enérgicas campañas de concientización de los ciudadanos.

Creo que debemos entender que no siempre lo que nos resulta más cómodo es lo que al final nos generará mejor calidad de vida y que las tendencias de consumo de ciertos bienes pueden comprometer la existencia de la vida en nuestro gran ecosistema Tierra.

Pero, así como hay impuestos ecológicos o ambientales cuyo fin es el de reducir o hasta impedir las emisiones que dañen el ambiente, en la misma lógica la tributación podría darnos novedosas e ingeniosas formas de incentivar la mejor convivencia ciudadana. ¿Y cómo sería esto?, se preguntarán muchos. Se trata de crear sistemas de incentivos que refuercen el valor de la convivencia ciudadana en nuestros municipios, como célula fundamental político territorial del país. Crear conciencia ciudadana por medio de los tributos sería el lema.

Es innegable el dilema que representa el aumento de algunos rubros impositivos que por efecto de la subestimación del valor de la Unidad Tributaria, ha hecho que su recaudación sea realmente pírrica. En el caso del impuesto municipal sobre vehículos, el aumentar el mismo es una medida muy impopular, pero por otro lado necesaria para evitar que se sigan aplicando al mantenimiento de la vialidad los precarios recursos fiscales de deberían ser utilizados en educación, salud, transporte público y otras necesidades colectivas fundamentales.

En este sentido, el municipio podría establecer un sustancial aumento de las alícuotas del impuesto sobre vehículos. Este de seguro tendría el más fuerte rechazo de la población por razones obvias. Pero, ¿Y si se establece un sistema de exención basado en la buena conducta y cultura vial del conductor que garantice el pago mínimo a los que no cometan faltas?

Ello podría contribuir a tener mejores ciudades donde no sea el común la violación de la normativa de tránsito automotor. Así, el que comete faltas, además de las sanciones de Ley, al perder la exención que aplica solo al “buen ciudadano”, lo haría pagar de forma íntegra su tributo. No sería una doble sanción en el estricto orden jurídico, sino de la pérdida de incentivos que solo se ganan como rebajas de impuesto por el buen comportamiento ciudadano. Se trata de tributos que promuevan la mejor convivencia ciudadana.

Son tiempos difíciles, tiempos que nos exigen urgentes cambios en el país, no solo del nefasto modelo que nos ha sumido hoy en una insólita crisis política, económica e institucional, sino incluso del cambio de la forma de entender y resolver los problemas de sostenibilidad y viabilidad económica del Estado. En ese sentido nos está permitido hacer aportes en ideas para coadyuvar a la construcción de una sociedad que una vez que derrote la causa de su ruina y le permita retomar la democracia, pueda enrumbarse al fin, a la convivencia ciudadana como medio para su desarrollo y crecimiento.

 

@SoyCamiloLondon

 



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