Son las 4:40 de la mañana cuando Saúl Lara sale de su casa en Tláhuac, en la periferia de Ciudad de México, para ir a la universidad. Es el inicio de una larga jornada que ejemplifica la crisis de vivienda que enfrenta la capital mexicana.
Lara, estudiante de ciencias políticas de 20 años, tarda más de dos horas en llegar a la facultad, en un agotador recorrido que debe cubrir en mototaxi y en un metro abarrotado.
«En una que otra ocasión he llegado tarde por el transporte», dice. Además de estudiar, Saúl trabaja también 30 horas semanales en una farmacia, por un salario mensual de 7 mil 600 pesos (unos 350 euros).
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Cansado de esos trayectos, intentó mudarse cerca de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en donde está matriculado, pero los alquileres resultan impagables. «El salario entero se va en la renta», dice.
Saúl está lejos de ser un caso aislado en Ciudad de México y su zona metropolitana, en donde viven 20 millones de personas.
La nueva alcaldesa de la capital, Clara Brugada, ha prometido atender la crisis inmobiliaria. Proveniente del mismo partido que la actual presidenta, Claudia Sheinbaum, la funcionaria dice que habrá «viviendas de alquiler para jóvenes con opción a compra».
Pero el reto es mayúsculo. «En la Ciudad de México faltan 800 mil viviendas», dice Leopoldo Hirschhorn, presidente de La Cámara Nacional de la Industria de Desarrollo y Promoción de Vivienda (Canadevi).
Además, los precios de las casas en el Valle de México aumentaron 6,6% en la primera mitad del año, según cifras oficiales.
Son razones por las que la ciudad expulsa a unas 100 mil personas cada año que «no pueden pagar la vivienda», estima Federico Taboada, jefe del Instituto de Planeación Democrática y Prospectiva de la ciudad.
Con información de AFP.